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Una Navidad con o sin Hogar. Cualquiera Podemos ser Valencia.

Cuando se acercan estas fechas navideñas las ciudades se visten de luces, colores, villancicos, encuentros, etc. A expensas de cuál es nuestra creencia religiosa, el espíritu de la Navidad nos invade y envuelve durante unas semanas y nos saca de la normalidad que llevan nuestras vidas para entrar en una vorágine de compras, almuerzos, cenas, amistades invisibles y demás reuniones que nos mantiene con la cabeza ocupada en nuestro pequeño mundo.

Celebración Navidade

Nuestra agenda personal por el momento se satura y tenemos que elegir a qué evento acudir o no, mientras el frío, el viento, la lluvia, etc. van invadiendo nuestros espacios (a ratos) y nuestra vestimenta va cambiando para ponernos más capas de protección sobre nuestro cuerpo.

Pues sí, la mayoría de las personas entramos en ese circuito algo acelerado para adaptarnos a cultura y costumbres propias de nuestra sociedad, salvo algunos “rebeldes sin causa” que tratan de permanecer al margen de todo este movimiento impetuoso que, como todo en la vida, termina finalizando en este caso a principios de enero, y se diluye como terrones de azúcar en una bebida caliente muy apropiada para esta época del año. Suelo reflexionar a menudo por estas fechas y tratar de comprender las razones por las que a alguien no le gusta la Navidad y, en mi observación personal, he detectado causas dispares.

Nuestra agenda personal por el momento se satura y tenemos que elegir a qué evento acudir o no

En primer lugar, hay rechazo por ser una celebración religiosa que tan lado oscuro ha tenido (y tiene) en su historia. En segundo lugar, por falta de cultura navideña en el entorno familiar o tener otras creencias. En tercer lugar, por la ausencia de seres queridos que le aportan más tristeza que alegría a la propia celebración. Por último, por rechazo a la sociedad de consumo que nos lleva una y otra vez a comprar más de los que necesitamos y a descartar materiales y productos con vida útil que terminan en vertederos.

De hecho, hasta los organismos nos invitan a reflexionar sobre nuestros hábitos de compras:  https://acortar.link/I0Yh0f , para tratar de educar sobre el uso de recursos propios.

La ausencia de seres queridos que le aportan más tristeza que alegría a la propia celebración

Y llegado a este punto, ¿qué es lo social o sosteniblemente correcto realizar en estas fechas? ¿Nos dejamos arrastra por la ola de consumo o la surfeamos manteniendo el equilibrio entre nuestros ingresos y posibles gastos? Porque los comercios, las empresas de restauración, catering, etc. están esperando como agua de mayo que lleguen estas fechas para que sus negocios se sostengan en el tiempo y, claro, ¿cuántas economías familiares dependen de ello.

Muchos puestos de trabajo están en juego y, con el diseño de nuestra sociedad actual, es muy difícil tomar posiciones que no afecten a uno u otro lado.
Lo que sí es cierto es que, a la mayoría de nosotros, en estas fechas, nos despierta nuestro lado generoso y solidario que nos invita a colaborar en Navidad con las personas que lo necesitan durante todo el año, pero que en estos momentos, por algún motivo, es más significativo:  https://acortar.link/ImPe2i.

Solidaridad Valencia
Sin embargo, también están aquellas que, por primera vez, se suman a la lista de las que son objeto de ayuda por los cambios que han sufrido durante el año y que el barco de su vida termina atracando en el puerto de la desolación. Y eso es lo que les ha pasado a muchos habitantes de la comunidad de Valencia.

Personas que, como tú y como yo, tenían una vida relativamente normal, pero que el efecto de una naturaleza arrasadora, acrecentada por nuestro estilo de vida y consumo citado anteriormente, han visto sus casas, negocios, pueblos, campos, etc. sacudidos y patas arriba. Aquí unos datos https://acortar.link/HMRxB5.

Podría haber sido otro volcán, un tsunami o cualquier otro fenómeno natural el que pasara por nuestra casa y seríamos tú y yo los que estaríamos en este momento sin un hogar en condiciones de celebrar una Navidad como cada año. Pero no, le tocó a otra comunidad, como le está tocando la guerra a otros países más o menos lejanos, la desertización a un continente vecino y muchos más conflictos que asolan nuestra madre Tierra.

Esta vez no nos tocó, pero podría ser en otro momento. Cualquiera podemos ser Valencia.

Por ello, mi invitación a una reflexión sobre nuestro modo de vida. ¿No seremos corresponsables de lo que está pasando en la naturaleza por cómo incidimos sobre ella? ¿No seremos parte del conflicto bélico por los pequeños aportes de rabia y violencia que aportamos a nuestro entorno? ¿No seremos copartícipes de la carencia de derechos laborales por nuestros hábitos de compras?
Como decía el poeta:

“Ningún hombre es una isla entera por sí mismo. Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo. Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de unos de tus amigos, o la tuya propia. Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”. John Donne.

Que ese ESPÍRITU NAVIDEÑO de unión con TODO inunde nuestros hogares y que nuestros CORAZONES aporten el abrigo que sea necesario para aportar la PAZ que tanto necesitamos.

Ana María Oncina Cordón
Directora Esacan