SOÑANDO CON NUESTRA ISLA HERMANA, LA PALMA
Muchos de nosotros, desde que empezó la alerta del volcán de La Palma, estamos enganchados a las noticias llevando un seguimiento cercano de cómo está evolucionando esta situación tan natural como dramática. Día y noche, vemos las imágenes de cómo este fenómeno de la naturaleza, el mismo que edificó nuestras islas de la mano de ese gran arquitecto, está realizando trabajos de construcción en nuestra isla hermana: la bonita.
Mientras el volcán construye un nuevo paisaje a su alrededor, el diseño que el hombre había realizado en ese entorno, va quedando sepultado bajo kilómetros de lava ardiente que lo arrastra todo a su paso. Me recuerda a una película que vi donde se descubría que un pintor había realizado una obra maravillosa, no sobre un lienzo en blanco, sino sobre el dibujo de otro gran artista, condenado la obra del primero a la cruel desaparición.
Quizá por el exceso de imágenes o por la empatía con el dolor de los vecinos que han ido perdiendo sus viviendas, sus iglesias, sus tierras y sus barrios, cierta noche hace unos días, nos fuimos a la cama a la hora habitual y se quedó la niña viendo una serie coreana del momento actual en la plataforma de pago más usada por los jóvenes de hoy. Cogimos el sueño de forma natural y, en mitad de la noche, a eso de las tres de la mañana, un ruido familiar nos despertó.
Era un sonido como un soplo fuerte que subía y bajaba su intensidad, resultaba familiar a la par que extraño. Inicialmente creí que era el sonido del ventilador que a ratos cambiaba de ritmo, pero cuando mi pareja se levantó de la cama alertado por lo mismo que yo, nos dimos cuenta de que había otro sonido que no estaba tan cerca y parecía proceder de fuera de la habitación.
El sonido de la tragedia en La Palma
A pesar de la confusión con la que se despierta uno cuando un ruido interrumpe tu sueño, mi pareja fue identificando el sonido no tan extraño como aquel que tantas veces habíamos escuchado estos días y creyó, por un momento, que Timanfaya se había solidarizado con el Volcán de Cumbre Vieja y se había puesto en erupción de nuevo.
Aunque estoy usando muchas palabras para explicar una situación tan atípica, lo cierto es que pasó en cuestión de segundos. Al acercarnos al salón vimos sorprendidos como la TV se había encendido sola y, aunque lo último que se vio fue la plataforma digital, no sabemos muy bien cómo sucedió, pero lo cierto es que el canal que estaba emitiendo era la TV Canaria con la retrasmisión a tiempo real de la erupción del volcán palmero.
No es la primera vez que nos sorprende la autonomía de ese electrodoméstico conectándose varias horas después de su uso sin que nadie se lo pida, lo que resultó ser más curioso, es el hecho de que fuera ese canal en un momento donde nuestro pensamiento y nuestro corazón está con la isla hermana.
Hay momentos donde algo extraño sucede sin que lleguemos a entenderlo bien y, lo que para nuestros vecinos está siendo una pesadilla, se mezcla con nuestros sueños y se convierte en una experiencia similar de manera inesperada.
Aunque nos separen muchos kilómetros y miles de litros de océano, algo en nosotros se conecta con el dolor ajeno por una autopista transparente y cercana como es la que lleva de un corazón a otro corazón. Y sentimos esa tristeza, ese temor, esa desolación, esa incertidumbre que ha ido invadiendo los corazones de los afectados y de todos aquellos que están allí viviendo de cerca esa dura experiencia humana.
En momentos así de complejos, como bien me dijo una amiga, estamos vivenciando multitud de muestras de solidaridad y empatía por parte de personas cercanas y lejanas (y algunas muy lejanas) que, conmovidas por la situación que de forma tan inesperada está viviendo la isla de La Palma, están despertando en su interior la compasión más pura que el ser humano puede desarrollar.
Que esa compasión que muchos sentimos en este momento, anide en nuestros corazones y le busquemos un rincón donde establecerse para que no nos abandone en el fulgor de la rutina diaria. Que así sea, por ella, por La Palma.
Ana María Oncina
Directora Esacan